martes, 13 de septiembre de 2016

GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA. DE UN TIEMPO Y UN PAIS (2)





DEMOCRACIA PARLAMENTARIA:

“La democracia de sufragio universal inorgánico canalizado por los partidos funcionará mejor o peor según las circunstancias concretas; pero  la fundamentación teórica que pretende convertirla en un imperativo moral es insostenible.
En ningún lugar una gran sociedad se gobierna a sí misma; siempre la gobiernan unos pocos. Esos pocos ni siquiera representan a los que les han elegido. La voluntad general no existe, y la opinión pública es cambiante, sujeta a manipulación, y no puede ser representada de manera estable. Además, la regla de la mayoría es una pura arbitrariedad. Entonces ¿qué es realmente una democracia partitocrática? Es un sistema de gobierno en que, de vez en cuando –generalmente cada cuatro años- se permite que el electorado decida por mayoría relativa cuál de las distintas oligarquías en pugna –casi siempre dos o tres- va a gobernar. Y dichas oligarquías,  que son  las cúpulas  partidos, se forman por cooptación y tienden a ser cada vez más cerradas…..Consecuentemente, lo de la soberanía popular y la fiel representación de la voluntad general es simple retórica, incompatible con una teoría racional del Estado”.

APRECIACIONES POLITICAS DE UN TIEMPO Y UN PAIS

“Creo que aquél fue uno de los mejores equipos que jamás ha tenido el ministerio, (de exteriores), gentes capaces y leales, un equipo de señores”. (Compárese con la actualidad)

“….Así se llegó a la firma del Tratado Preferencial con la CEE, el de 1970. Fue un acuerdo óptimo para España que, sin concesiones, obtuvo extraordinarios beneficios a corto plazo, superiores a los que, tres lustros más tarde, se derivarían de la plena adhesión al Tratado de Roma. Tal éxito se logró gracias a la posición de fortaleza económica y política que entonces ocupaba España, al acierto negociador y a la total ausencia de premuras y presiones”

“De la nación que había establecido una estrecha alianza con la primera potencia planetaria dirían después los socialistas que estaba internacionalmente “aislada”. La vil inquina y la falaz autopropaganda llevan a la negación de la evidencia”.

“Durante el mandato de López Bravo no se cedió ni un ápice en Gibraltar. La entrega la iniciaría, después de la muerte de Franco, un diplomático que, con docilidad rayana en el servilismo, había sido secretario de Castiella, el ministro que debe pasar a la historia como el inquebrantable capitán del último asedio de Gibraltar. La rendición la consumó el marxista Fernando Morán…Hoy la devolución está más lejana que nunca por la debilidad de España, por la intensa infiltración extranjera en todo el tejido nacional, y por los neutralistas devaneos españoles que incitan a los países occidentales a desear  que el Estrecho, incluso Ceuta, estén en manos “seguras” y a ellos los españoles actuales no se lo parecen”.

“Ningún cristiano razonable puede aprobar la demoledora política de Pablo VI en España, dominado por un inexplicable rencor contra el Gobierno más católico del mundo”.

“los vengativos gobernantes belgas, en nombre de la democracia, no dieron a los rexistas mejor trato que los crueles legionarios de Escipión a los cartagineses y a los numantinos”.

“Definir la crisis de 1969 como el triunfo de los tecnócratas sobre los falangistas sería inexacto y desinformador. Desde mis primeras conversaciones con Franco y con Carrero…llegué a la conclusión de que su objetivo principalísimo era reunir un equipo de hombres eficaces y leales que, sin reserva alguna, apoyaran la instauración de la monarquía de las Leyes Fundamentales en la persona de Don Juan Carlos de Borbón. Esta es la clave de aquel gobierno y lo que le diferenciaba de los anteriores donde había ministros no monárquicos  o contrarios a la línea del Conde de Barcelona o simplemente regencialistas. Esta última fórmula permitía evitar la figura de un monarca sin necesidad de modificar la normativa constitucional. El argumento que esgrimían estos colaboradores de Franco era que tanto el Conde de Barcelona como su hijo, fueran cuales fuesen sus declaraciones y aún juramentos, demolerían el Estado del 18 de Julio para establecer una “república coronada”. Hay que reconocer que acertaron en sus previsiones: la Constitución de 1978 es aún más republicana y partitocrática que la de 1876, y menos presidencialista y unitaria que la de 1931….los que, después de la instauración, han afirmado que la dinastía se había restaurado a sí misma en virtud de su propia legitimidad y contra la voluntad de Franco se mueven en una tesitura no sólo de sonrojante adulación sino sencillamente orwelliana”.




CARRERO

El almirante, motivado por su catolicismo íntegro y profundo y por su vertebral sentido del honor, era hombre de una moralidad ejemplar. Jamás me mintió, lo que en un gobernante raya con la utopía. Nunca le sorprendí en la menor deslealtad respecto de nadie. Era discreto; pero cuando se manifestaba, su sinceridad llegaba a ser de una rotundidad cristalina. No desviaba sobre nadie ninguna de sus responsabilidades propias. Era uno de los militares españoles técnicamente más capaces y uno de los más cultos que he conocido. Diagnosticaba bastante bien a las gentes y trataba de rodearse de los mejores. Carecía de poder comunicativo con las masas; pero tenía con sus colaboradores el carisma del mando por el enorme respeto que inspiraban su patriotismo, su laboriosidad, su excelente información, su capacidad de escuchar y decidir, su austero desinterés personal y, en suma, su altura ética….Tengo a Carrero Blanco por uno de los gobernantes más ejemplares que ha tenido España”.

TORCUATO FERNANDEZ MIRANDA

“…De apariencia segura; pero a veces sorprendente. Encarnaba la monarquización de la Falange. Leía y pensaba; un intelectual demasiado tentado por el poder, y no supo dejarlo a tiempo. Al final, erró gravemente y, como no tenía un pelo de tonto, se percató y acabó doliéndose en el fondo del ánimo. Creo que su muerte fue más psíquica que somática”.






CARDENAL TARANCON

“Funesto para la iglesia de España y cuyo más grave defecto no era la deslealtad que tan reiteradamente ponía de manifiesto”

JOSE UTRERA MOLINA

“Promovido a ministro del Movimiento, es el gobernante más perpetuamente joven que he conocido. Estaba firmemente inmerso en una etapa brillante de España, y le tocó asistir desde el gobierno a una de las más oscuras, la de la muerte de Franco, y la carrera de las deserciones. Nunca cambió de bandera. La política partitocrática no está hecha para varones de su frontal decoro”.

“A la casi totalidad de mis compañeros de gobierno difícilmente podría considerárselos “políticos” en una partitocracia. No vivían de la cosa pública, no mentían sistemáticamente, no compraban publicidad encubierta, no hacía demagogia, no reclutaban clientes, no sobornaban ni cobraban comisiones ni negociaban con influencias. No habían hecho de la política un medio de vida. Sus existencias eran mucho más anchas que una cartera o un escaño. Manejaban más ideas que ideologías tópicas. Les importaba resolver eficazmente problemas reales y no la politiquería. En suma, eran “gobernantes”, una actividad nobilísima y, en estos finales del siglo XX, cada día menos ejercida en España”.
“No sólo no reniego, sino que me enorgullezco de haber participado en esa obra, y de haber pertenecido al Gobierno que alcanzó la que hasta entonces era la más alta cota de bienestar nacional, un nivel que, luego, tardaría más de una década en recuperarse”.


FERNANDEZ DE LA MORA, MINISTRO


“Jamás politicé ninguna inversión, aunque tuve que padecer que otros trataran de hacerlo, generalmente fuerzas locales…..El ejemplo arquetípico de mi mandato fue el tramo ferroviario Burgos-Santander. En una visita a Cantabria, la para mí entrañable tierra de mis abuelos y cuna de Castilla, declaré que no construiría dicho tramo porque el escaso tráfico previsto no lo justificaba y porque la línea colateral existente satisfacía las necesidades razonablemente. En suma, desde el punto de vista nacional sería una pésima inversión. Aprovechando mi franqueza, un cacique local convirtió aquellos kilómetros de posibles raíles en su bandera electoral. Me llovieron los telegramas, las interpelaciones, las visitas de comisiones montañesas, las apelaciones al vicepresidente, que era santanderino, y al jefe del Estado. La prensa cántabra encontró en aquel ferrocarril un filón, que para así hubiera anhelado Campoamor, y consumió toneladas de papel, ya amenazador, ya lacrimoso. Clamaron en el desierto: veinticinco años después, el tramo sigue en proyecto, y estoy seguro de que no se construirá porque es un absurdo económico. Tres años de retórica demagógica ¿les servirían para algo a sus protagonistas? Nunca me preocupé de averiguarlo, entre otros motivos porque nunca retuve sus nombres; pero dudo que la demagogia pueda ser fértil, incluso a escala aldeana”.
(Tras haber participado en una cena ofrecida por ABC tras su nombramiento en el que hizo un elogio de aquella casa) “…Si cuando, de madrugada y muy cansado, regresaba a mi casa, alguien me hubiera dicho que quince años después aquel periódico habría de sumarse a la conspiración marxistizante del silencio contra mi obra intelectual, lo hubiera tachado de loco. Por desgracia, la mía es sólo una anécdota reveladora de una categoría general. Lo grave es que el periódico se ha ido sumando, cada año más rencorosamente, a la campaña denigratoria del Estado que le devolvió la libertad el 1 de abril de 1939 y al que había servido durante más de tres décadas. Si aquel gran caballero que fue Juan Ignacio Luca de Tena, dos veces embajador de España y procurador en Cortes designado por Franco, resucitase, estallaría de rubor ante la progresiva pérdida de decoro moral en que ha ido cayendo la institución que él mantuvo siempre dentro del código del honor”.
“Al dar posesión a un alto cargo repetía unas palabras que, más de una vez, escuché a Franco:”He pedido su colaboración para que, cuando así lo piense, me diga no, porque para escuchar siempre me bastaría el ordenanza”. Cuando escandalosamente se puso de manifiesto la corrupción generalizada que suele conllevar las partitocracias, se utilizó como desesperado “argumento” que siempre había existido corrupción administrativa en nuestro país….He sido testigo de una honestidad ejemplar e incluso de una austeridad habitual en la Administración durante la era de Franco. No he tenido conocimiento personal de ningún caso de peculado o cohecho, ni jamás se me propuso la comisión de tales delitos ni de faltas análogas. Es una perversa calumnia tratar de disculpar a los notorios ladrones de hogaño con la vieja maligna exculpación:”todos son iguales”. El Ministerio de obras Públicas, que era el máximo departamento inversor, ofrecía más posibilidades de corrupción que otros. Una comisión del uno por ciento equivaldría a más de mil millones anuales. Mis antecesores cesaron en el ministerio tan pobres como entraron, y habían dejado en aquella casa una tradición de honradez sin tacha. Recuerdo, por ejemplo, el modesto piso de donde salió el féretro con los restos del ex ministro Jorge Vigón. Lo primero que le recomendaba a mis colaboradores era que administrasen los fondos públicos con la más absoluta escrupulosidad. Y estoy seguro de que así lo hicieron. Ricardo Gómez Acebo fue mi subsecretario y, como tal, firmó libremente por decenas de miles de millones. Falleció en 1977 con sólo 63 años de edad, y dejó un patrimonio tan módico que su viuda me confesó la imposibilidad de dar carrera a sus hijos….No ya una comisión, ni un lápiz se llevaban los servidores del Estado que he conocido en una dilatada vida de funcionario público…Luego, la ruindad ucedista, corroborada por los socialistas, nos privó a una treintena de españoles de la exigua indemnización de ex ministro que se venía abonando desde principios del siglo XIX. Pero a los ex ministros del Gobierno estatal y de los autonómicos de la II Restauración se les reconocen pingües compensaciones o jubilaciones”.

“Fue un trabajo fértil, y además honroso. El mayor honor de mi vida es haber colaborado con uno de los máximos y más ejemplares gobernantes que ha tenido Hispania desde los tiempos en que era provincia de Roma. Traté de ser fiel a mi idea del servicio público y a mi concepción del Estado de obras. Ni me olvido ni me arrepiento”.