martes, 16 de marzo de 2010

MIGUEL CRESPO POO


Miguel Crespo Poo fue una más de las innumerables víctimas de la sinrazón, la vesania y la locura desatadas en La Montaña por parte de los representantes locales de las hordas asiáticas durante los trece meses de dominación roja felizmente terminada por obra y gracia del empuje nacional que falangistas, requetés, voluntarios italianos y soldados impulsaron hasta la victoria final. Miguel Crespo Poo es una más de las innumerables víctimas insultadas, despreciadas y humilladas por parte del mamarracho que está de inquilino en La Moncloa y las hienas, que a la sombra de su enfermizo afán de revancha, están haciendo un lucrativo negocio de la "Miseria histórica".

Miguel Crespo Poo era un joven de 15 años que fue detenido en septiembre de 1936 por el terrible crimen de ser cristiano o simpatizar con alguna de las organizaciones acusadas de ser desafectas al orden sovietizante establecido. Fue conducido a la checa de la calle del Sol, siniestro lugar donde el socialista Manuel Neila y sus secuaces campaban a sus anchas y decidían sobre la vida y la muerte como si de césares romanos se tratara. A diferencia de otros, Miguel no fue trasladado a ningún otro lugar para consumar su sacrificio, y murió como un mártir en la propia checa. Murió lentamente, a vergajazos, gritando ¡VIVA CRISTO REY! a cada golpe hasta que entregó su vida.

Su madre, doña Evangelina Poó Fernández de Crespo, recibió aviso de su detención por parte de un funcionario conocido afecto a la checa, presentándose en el fatídico lugar y pidiendo ver a su hijo; desgraciadamente solo llegó a tiempo de verle tirado en un rincón, cubierto de sangre y tapado su cuerpo con una manta y su cabeza con un saco, reconociéndole por los zapatos que ella misma le había comprado y que estaban al descubierto. Sin poder acercarse a su hijo fue empujada escaleras abajo por el ayudante del valiente Neila, el no menos valiente Castanedo, y posteriormente abofeteada hasta romperle la dentadura por el mismísimo criminal Neila.

En vano intentó al día siguiente reclamar el cadáver de su hijo pues ya se habían ocupado de hacerlo desaparecer lanzándolo a las frías aguas del cantábrico.

Así lo contaba Antonio Pérez Olaguer en su libro "El terror rojo en La Montaña" del que lo recogía textualmente Fernando de la Lama Ruiz Escajadillo en la suya, "Mártires de La Montaña" y, exctamente así me lo confirmó a mí una familiar directa del martirizado joven, que lo conoció de labios de su madre, Evangelina Poó Fernández de Crespo.

Ahora sólo falta, y no dudo que con el tiempo lo veremos, una rehabilitación pública de la figura de Manuel Neila Martín, el criminal más vil y sanguinario que conoció nuestra tierra, así como de sus colegas, Castanedo, Quijano y tantos otros desechos humanos que tan buena cabida tuvieron en el criminal Partido Socialista. Los de la famélica legión tienen cara para eso y mucho más. Mientras, se conformarán con ir saqueando el erario público en forma de subvenciónes.

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