martes, 22 de noviembre de 2011

LA JUSTICIA REPUBLICANA Y SU EXITO (1)


Y si el fracaso en la Instrucción Pública fue estrepitoso, el cosechado en materia de Justicia fue de órdago a la grande. La II República, como en los demás campos, sólo alcanzó a colocar mediocres al frente de las Instituciones relacionadas con la aplicación de las leyes y las garantías jurídicas, todo ello dejando aparte la indecencia de la Justicia Popular comenzada la Guerra de Liberación.
Volvemos a cederle la palabra, como en apartados anteriores a un excepcional testigo de la época, que recibió en sus carnes los pagos de la peregrina institución justiciera republicana en forma de confinamientos y extrañamientos ilegales, hasta pagar con su vida mientras estaba preso y, por tanto, bajo la tutela de la citada institución.
Dice el Doctor Albiñana:
"El afán atropellador de la horda revolucionaria, perpetró su primer escándalo nombrando Fiscal del Tribunal Supremo al abogado ignorante y anónimo Angel Galarza Gago, antiguo ordenanza de la Juventud Liberal Monárquica, (era yo Presidente), profesional de última cuota en el Colegio de Madrid y sujeto de absoluta insolvencia.
Este individuo, completamente ayuno de materia jurídica, inauguró su inesperado cacicato judicial con el hecho más inaudito que registran los anales de la Magistratura. Acababa de actuar como abogado de José Serrán, procesado por ruidosa estafa de más de un millón de pesetas y en relación con cierto negocio de cerillas. El primer cuidado del nuevo "Fiscal General de la República" (¡!) fue aplicar una amnistía para poner en libertad y eximir de toda responsabilidad a su propio defendido. La cosa era tan gorda, que llenó de indignación al mundjurídico y a la opinión profana; pero olvidaban ambos que se acababa de establecer un régimen de estricta justicia y de elevada moralidad republicana. los comentarios eran tan punzantes como despectivos, recordándose las abundantes y fáciles posibilidades que el ex procesado Serrán podía poner a disposición de su liberador. Desde este momento y gracias a sus bien ganandos honorarios, el Galarza comenzó a vivir mucho más holgadamente que en aquellos tiempos monárquicos en los que desempeñó el importante cargo de encargado del botijo de la Juventud Liberal.
Tan brillante inauguración de la justicia republicana, tuvo constante continuidad con las disparatadas querellas vengativas que este sujeto, desde la Fiscalía, formulaba contra respetables personalidades del antiguo régimen, y que el Tribunal Supremo, velando por su propio decoro, se veía obligado a rechazar. para los viejos y dignos Magistrados, encanecidos en el austero ejercicio de la justicia, era un motivo legítimo de enojo verse mandados, impuestos y hasta vejados, por la repentina dictadura de este advenedizo indocumentado.
Un mes duró el cacicato insoportable del Galarza sobre la honorable grey de la judicatura, tiempo suficiente para que los rectos Tribunales españoles, participaran de aquel sentimiento de rubor que encendió el rostro de Don Quijote cuando padeció la cerdosa aventura...
La República ofreció el regalo de otro Fiscal en la persona grotesca de un Javier Elola, taimado Tenorillo de despacho y antiguo incondicional de Primo de Rivera, a quien, por sí y ante sí, fue a ofrecerle el homenaje de los jueces españoles al advenimiento de la gloriosa Dictadura militar."
Posesionado del cargo mandó una ridícula nota a la prensa alabando y declarándose continuador del sujeto del "botijo"y declarándose "amigo" de Galán y el otro "mártir", García hernández. Continúa Albiñana:
"Un Fiscal que sólo atiende a la "opinión sinceramente democrática"; que califica de "mártires" a dos grandes delincuentes, justamente castigados por el Código militar; que llama "mi llorado amigo" a quien no conoció nunca, sólo por atraerse el aplauso de la chusma callejera, y que anuncia a tambor batiente la promoción de una "importantísima querella", que resultó ser una "plancha" escandalosa, es el único que puede ostentar dignamente el título de "Fiscal General de la República" (¡!). En algo se ha de diferenciar del grave y austero Fiscal del Supremo.
Por cierto, que tan cómico personaje, sufrió una aventurilla electoral en Lugo, teniendo que esconderse precipitadamente debajo del escenario de un teatro, para liberarse del enojo de su pueblo, que quería molerlo a palos.
Otra aventura de sainete tuvo lugar en su uzgado de Chamberí. Conocidos son los trapicheos fáciles de este sujeto, que alterna la consulta del Alcubilla en el "Consultorio de los enamorados". Un día, despachando interinamente el digno juez municipal, señor Jiménez Laá, en funciones del de Instrucción, entró en el despacho una hetaira pintarrajeada que tenía en el Juzgado un asunto pendiente. La prostituta, conocedora por sus correligionarias de las aficiones del juez incorruptible, comenzó a hacerle zalemas y monerías, acabando por arrojarle los brazos al cuello, besuqueándolo con ardor:
-¡ Ven acá, retrechero, cachondo! ¿Quién te quiere a tí?
- Señora- replicó el señor Jiménez Laá, rechazando a la golfa-. Usted me ha confundido. Yo no soy el señor Elola, que es más guapo que yo. Soy el suplente."
Como decimos en otras ocasiones, parece que no ha pasado el tiempo.En breve la segunda parte, que no tiene desperdicio.

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