miércoles, 2 de noviembre de 2011

MARCELINO DOMINGO. EL COLOSO DE LA INSTRUCCION PUBLICA


Uno de los estrepitosos fracasos republicanos, a pesar de ser considerado eje de la regeneración nacional, fue el departamento de Instrucción Pública. Marcelino Domingo, sujeto peculiar, tan pintoresco como inútil, ocupó el cargo en los gobiernos izquierdistas y frentepopulistas. Hoy son muchos los medios que le doran la píldora, hay incluso quien le dedica espacios en la red donde se le tunea el nombre como Marcel.lí. ¡Qué entrañable!
Como nos gusta ser meticulosos y veraces, para que sepan la verdad sobre el fulano que salió corriendo a Toulouse para morir poco antes de conocer la Liberación de España de sujetos como él mismo, permítanme ceder la palabra al eminente Doctor José María Albiñana, patriota que entregó su vida por su ideal en lugar de salir corrie desde el llamado Gobiernondo por la frontera más cercana:
"Comenzó la República por carecer en éste, como en los demás Ministerios, de hombres aptos y preparados para sus funciones. No teniendo otra cosa de qué valerse, echó mano de un maestrillo de escuela, vulgar y ramplón, que desarrolló su especialización pedagógica en mítines de taberna y artículos folicularios. Este genio ignorado de la enseñanza republicana es un tal Marcelino Domingo, tipo corriente del aventurero político, que con su aspecto de feto sietemesino, parece como hecho de encargo para simbolizar el hambre que la República ha traído a España.
No necesitaba tampoco ninguna preparación. La faena se la daban hecha desde la Rue Cadet, de París, donde el Gran Oriente de la Masonería francesa elaboraba los planes anticatólicos y judíos que sus lacayos de España habían de implantar servilmente desde el llamado Gobierno.
Todos los desechos de las reformas fracasadas en Francia desde 1879; toda la chatarra enmohecida de las logias, fueron facturados a España, a gran velocidad, como artículos de novedad. Y así, cuando Francia y las naciones cultas están ya "de vuelta" de sus estériles innovaciones antirreligiosas, Marcelino ordena quitar el Crucifijo de las escuelas, establece la escuela única, prohibe la libertad de enseñanza y hace retroceder a España a los siglos de la barbarie.
Pero, ¿qué le importa a este sujeto atropellar los sentimientos españoles, con tal de complacer a sus amos de París, que lo han hecho ministro?Su estómago, que nunca se vio harto de lentejas, de algún modo ha de demostrar su agradecimiento.
Inauguró su despotismo este tiranuelo de la enseñanza con un acto nauseabundo, revelador de la "democracia" de esta gente voraz. El Claustro del Instituto de San Isidro, de Madrid, en uso de las facultades que le otorga su reglamento, acordó la continuación de don Miguel Aguayo al frente de la dirección del establecimiento. Sólo un catedrático -¡uno sólo!- se opuso a este acuerdo. Treinta catedráticos votaron a favor. Pues bien; el intruso Marcelino destituyó al señor Aguayo y nombró director a un compinche desconocido. Atropelló a un Claustro docente, como su consocio de tiranía, Miguel Maura, suspendía cualquier Ayuntamiento rural. ¡Esta es la Democracia de la República! ¡Viva el sufragio electoral!.
Al acto de toma de posesión de este director, colado de matute, no asistió ninguno de los catedráticos. Y tanto el Marcelino, como su protegido, se tragaron esta espléndida manifestación de simpatía...
Otra de las provisiones del dómine Domingo, fue crear a toda prisa una cátedra en la Facultad de Medicina para regalársela, libre de gastos, sin oposición ni concurso, ni otra formalidad de garantía, a su compinche el doctor D. Gregorio Marañón. La creación de esta cátedra, llamada de Endocrinología, ni está justificada, ni añade una investigación a la carrera médica..."
"...Como en esto de la regeneración republicana todo es pamplina, farsa y "camouflage", el Marcelino amaneció un día diciendo que había creado ¡¡veintisiente mil escuelas!!
La gente se dio a reír comentando jocosamente la fantasía del temporero de Instrucción. pero éste, sin darse cuenta de las carcajadas que sonaban a su alrededor, añadió muy serio:
"-Sólo por esta mejora fundamental para la cultura española, está justificado el advenimiento de la República".
El público quedaba pasmado de tanto cinismo. Pero la prensa servil jaleaba estrepitosamente esta fanfarronada, sin reparar en que el tiempo se encargaría de poner en evidencia al pobre Marcelino.
Mientras tanto, "El Liberal" publicaba todos los días unas listas inmensas con este título engañador: "Relación de las nuevas escuelas creadas por la República".
Los lectores se miraban de reojo, preguntándose, justamente picados:-¿Pero hasta cuándo va a durar esta comedia?
La comedia, en efecto, duró poco, porque el propio Marcelino, cabalgando en su fantasía revolucionaria, no había caído en la cuenta de que, para regentar 27.000 escuelas necesitaba, entre otros elementos, 27.000 maestros. Y no los había.
Alarmado por este pequeño detalle, redujo sus pretensiones y anunció que las escuelas de nueva creación solamente serían 7.000. ¡Buena rebaja!..."
"...Para reclutar 7.000 maestros, no apeló a la selección por medio de oposiciones, ni otras garantías de ciencia verdad. Inventó un procedimiento para producir maestros "en serie", como los embutidos en Chicago. Y fue un cursillo de tres meses, durante los cuales podía escogerse en las Escuelas de Magisterio a los respectivos paniaguados, desechando a millares y millares de infelices, faltos de relaciones jabalícolas.
¡Tres meses para formar un maestro! ¡Ni con "enlace automático".
El pobre Marcelino Domingo confundía continente con contenido, en lo que el problema escolar se refiere, como señalaba el culto pedagogo don Santiago Lorenzo.
Continuaremos en el futuro con el personaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario