lunes, 5 de diciembre de 2011

LA REPUBLICA EN EL EXTERIOR. ESPAÑA SIN PRESTIGIO (2)




Lo prometido es deuda, llegó la República y mandó a sus "servidores" a acrecentar el prestigio español en el mundo.

"La representación diplomática en Italia pasó por una crisis pintoresca y un poco pitorreante. Don Gabriel Alomar, nombrado embajador en el Quirinal, se acomodó tranquilamente en España, cobrando con el mayor descaro todos los sueldos, emolumentos viáticos y gajes del cargo, sin moverse de España durante ocho meses. ¡Estas cosas sólo se ven bajo el régimen enchufista de esta República!

Por fin, el inactivo representante pudo arrancar del suelo hispano y trasladarse a la ribera del Tíber, para comer sabrosos macarrones y visitar las catacumbas. Fue un caso de fuerza mayor, porque la opinión estaba ya escandalizada por la demora y hasta los ciegos la aludían en sus canciones callejeras.

Alomar presentó sus credenciales al Rey de Italia; y tal vez, sin proponérselo, hizo a España un gran servicio, con el enojo de sus amigos del gobierno republicano. la cosa merece detallarse.

Por mucha tierra laica y "renovadora" que se pretenda echar sobre el cuerpo incorruptible de la España histórica, jamás conseguirán los enterradores abismar en el olvido los restos gloriosos. Nuestra patria alzará eternamente sus brazos fuera de la tumba para demandar a las generaciones futuras el respeto a su personalidad inmortal.

Este es el comentario que inspira la presentación de credenciales al Rey de Italia hecha por el embajador español, don Gabriel Alomar.

La reseña telegráfica la copio de un diario ministerial, ciegamente ministerial, y no hay que decir que furibundamente republicano, tratándose de "El Liberal". El periódico madrileño tiene una vieja ejecutoria, que justifica su acendrada defensa del régimen actual. Por dicha crónica, inserta el 15 de enero del año 1932, venimos en conocimiento de que el señor Alomar, escoltado por brillante guardia y alternando con el Príncipe Ruffo, escuchó de Su Majestad el Rey Víctor Manuel gentiles frases, "que expresaban sus grandes sentimientos de amistad por la nación española".

¿Cómo contestó el señor Alomar a las palabras protocolarias y a la vez sinceras del Rey de la noble nación hermana? Véase lo que dice El Liberal:

"El embajador recordó al Rey que además de la tradición de la dominación catalana en Nápoles, Sicilia y Cerdeña y de la dominación de la Monarquía española en otras partes de Italia, las dos naciones tienen una victoria en común: la de San Quintín, conseguida por Filiberto de Saboya, al servicio de Felipe II, el cual hizo construir El Escorial en memoria de la batalla. Recordó también a la primera mujer de Felipe V, María Luisa, y la memoria del noble Rey Amadeo I".

¡Qué lección para los insensatos jabalíes, que aspiran a borrar el pasado luminoso de España!

En buena traducción de la realidad republicana española, el señor Alomar pudo dirigirse al Soberano de italia en estos o parecidos términos:

"Majestad: Soy embajador de un Estado laico, que ha suprimido el crucifijo de las escuelas, reducido el Ejército, y después de inquietar a los vivos, se ocupa ahora de esclavizar a los muertos con una ley de secularización de cementerios, opuesta a la conciencia nacional. he dejado en mi país más de medio millón de trabajadores que no pueden comer en una República de trabajadores de todas clases. Ahora no ganamos San Quintines, ni levantamos Escoriales. Y encima no podemos recordar allá las grandezas monárquicas que he tenido el honor de ofrecer a Vuestra Majestad, exhumadas de la Historia, porque lo impide una ley de Defensa de la República."

Pero el señor Alomar, hombre culto, no podía hablar de esta manera. Comprende perfectamente que para que se abran las puertas de la admiración europea a un embajador español es necesario exhibir la tradición heróica de España. Los tristes acontecimientos actuales no añaden ningún esplendor a la altísima investidura diplomática. ¡Aún en los momentos más críticos es la fuerza del pasado la que salva nuestro prestigio!

Nápoles, Sicilia, San Quintín, El Escorial...Y sobre estos jirones de gloria, la sombra severa del gran "cavernícola" Felipe II...¡Qué contrastes! En España, insultos, anatemas, difamaciones, lanzados sobre la memoria insigne de aquel hombre de hierro, que luchó contra la Europa entera por mantener la seguridad nacional. Fuera de España, hoy, al cabo de los siglos, aún es necesario a los embajadores de la República evocar el recuerdo de aquel Rey para atraer sobre su representación el respeto internacional.

Hay un sentimiento tradicional en el pueblo español que no puede soterrarse ni extirparse y que brota a flor de labio donde y cuando menos se piensa. Ni conspiraciones extranjeras, ni condenables actitudes nacionales podrán nada contra él, porque lo que se ofrece es inferior a lo que se arrebata. El señor Alomar, al evocar la mole ciclópea de El Escorial, ha evocado también sin darse cuenta, esa otra mole espiritual que representa la fe religiosa del pueblo creyente y creador que supo erigirla. Ha hecho muy bien el embajador. Su sensibilidad comprende que es más acertado, para salir del trance, apelar a la tradición que exhibir un presente enojoso, antítesis lamentable de las glorias por él invocadas".

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