domingo, 8 de abril de 2012

AQUEL FEO ASUNTO DE CASAS VIEJAS...


En enero de 1933 tuvieron lugar los luctuosos hechos conocidos como de Casas Viejas por ser éste el nombre del pueblo donde tuvieron lugar. El levantamiento y algarada anarquista supuso uno de los mayores baldones, y fueron muchos, que pesó, pesa y pesará sobre aquella republiquita de traidores y chorizos, de criminales y canallas. La reducción a cenizas de la casa de El Seisdedos con éste y sus acompañantes dentro, así como la ejecución de más de una docena de detenidos por parte de los Guardias de Asalto enviados por el responsable de Orden Público, el socialista Casares Quiroga, supuso de facto la puntilla del gobierno Azaña.
Este asunto provocaría más tarde otras víctimas por parte de los mismos ejecutores, los criminales socialistas. No puedo pasar por alto el asesinato del camarada José Ruiz de la Hermosa, considerado como el primer Caído de la Falange. Al día siguiente al de difuntos del año 1933, en Daimiel, su pueblo natal en la provincia de Ciudad Real, José presenciaba un mitin del PSOE; mientras uno de los oradores criticaba la durez del gobierno de turno para con los obreros, con la doble vara de medir típica de los socialistas, José no pudo reprimir pronunciar en voz alta una advertencia: "Acordaos de Casas Viejas" . La chusma comenzó inmediatamente su linchamiento, siendo apuñalado en el exterior por un fulano que curiosamente ostentaba su mismo nombre, siendo rematado a golpes en el suelo. El asesino no tuvo que pagar por su crimen, porque cuando sus compinches ganaron las elecciones, lo primero que hicieron fue promulgar una amnistía a mayor gloria de pistoleros y demás delincuentes socialistas, comunistas y anarquistas. La causa contra el José Ruiz de la Hermosa asesino se archivó.
Volviendo al asunto Casas Viejas, a continuación la atinada opinión del periodista y escritor Julio Camba sobre el asunto:
"Yo no me tengo por un hombre que se deje llevar demasiado por la sensiblería en cuestiones políticas. Creo que los Estados están en la obligación ineludible de defenderse y que, cuando un gobernante ejecuta ciertos actos en defensa del Estado, es porque el Estado carece de personalidad física para ejecuarlos por sí mismo; pero ello no quita para que los sucesos de Casas Viejas me pongan los pelos de punta. Todo lo ocurrido en el pequeño pueblo andaluz me parece una vergüenza, un horror y una abominación. Ya puede la República mandar sus vestiduras al tinte. la sangre de Casas Viejas las empapó de tal modo, que, si no se procede ahora con la mayor energía, será completamente imposible el darles jamás una apariencia decente.
Y es que en Casas Viejas no fue el Estado quien mató. El Estado no podía matar, porque había rechazado la pena de muerte, y como el Estado no podía matar, hubo que hacer las matanzas a espaldas suyas. He aquí toda la ferocidad, todo el ensañamiento, toda la perfidia y toda la alevosía de aquellos crímenes. Es como cuando un asesino cualquiera se pone a desmenuzar en pequeños trozos el cadáver de su víctima para distribuirlos luego, por medio del Servicio Postal, entre las personalidades más distinguidas del Bailly-Bailliere. ¿Se figura alguien, acaso, que hay en el mundo criminales capaces de incurrir por gusto propio en semejante crueldad? Lo que ocurre es que el asesino necesita cuanto antes hacer eso que los traductores de novelas policíacas francesas llaman "disponer del cadáver". Tiene que ocultar a la mayor brevedad posible el cuerpo de su delito, y para conseguirlo no se detiene ante nada.
Yo me imagino a los hombres de Casas Viejas como a unos neófitos de la represión política que comienzan por dar un mal paso y, asustados ante su propia obra, van amontonando, en el deseo de borrarla, horror sobre horror y abominación sobre abominación. No los considero, por tanto, especialmente sanguinarios. Al contrario. Si han matado de una manera alevosa ha sido precisamente por haber querido darse el gustazo de ser mejores que los demás haciendo una Constitución de la que quedaba excluída la pena de muerte, así como la guerra y no sé si también los terremotos y las inundaciones. Es decir, que no han matado por maldad ingénita, sino por frivolidad, por ligereza, por cursilería y por pedantería. Han matado, en fin, igual que han hecho tantísimas otras atrocidades..."
Corría el mes de junio del 34.

2 comentarios:

  1. Muchos de ellos eran cobardes solo mataban cuando iban en grupos para hacerse los "machitos", seguro que cara a cara...no lo hizo ninguno.

    Un saludo abanderado

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  2. no tenian curiosamente el mismo nobre , eran primos.

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