miércoles, 25 de abril de 2012

ONESIMO: UN MERECIDO HOMENAJE


El 24 de julio de 1936 moría en acción de guerra el Caudillo de Castilla, Onésimo Redondo. Apenas cinco días antes había salido del penal de Ávila donde la canalla marxista le había trasladado para separarle del resto de camaradas presos en la cárcel de Valladolid y de los que, aún en libertad, esperaban el momento de comenzar la liberación de la Patria amenazada. Onésimo, el paladín más esforzado de Castilla, el que supo comprender como nadie ese carácter nacional y universal de la meseta, alejada del localismo que aqueja al resto de tierras españolas de la periferia, murió a los 31 años, años vividos con intensidad, con espíritu revolucionario que sólo podía encontrar acomodo en aquella Falange de las Jons que crearon José Antonio, Ramiro y nuestro referido adalid de Castilla. Hombre de la tierra y para la tierra, del campo para el campo, en su corta existencia creó el Sindicato de Cultivadores de Remolacha de Castilla la Vieja, crearía otro de trigueros, dio vida a los semanarios Libertad y posteriormente Igualdad, nombres no tomados al azar, sino que provienen de la vacía terminología masónica y marxista y que con Onésimo adquieren todo su valor y contenido. En 1932 tuvo que exiliarse en Portugal para eludir la más que segura captura por parte del gobierno republicano.

Hombre recio, castellano en una palabra, de verbo directo, seco, sin artificio tuvo sin embargo el carisma de los grandes conductores de pueblos. En los pocos días que vivió desde su liberación hasta su muerte puso en movimiento a las Falange Vallisoletana para, en colaboración con el Ejército, asegurar las cumbres del Guadarrama, donde convirtieron El Alto del León, en el de Los Leones de Castilla. No dejó de visitar el frente a diario para alentar y compartir la lucha con sus falangistas y en una escaramuza con fuerzas infiltradas por caminos secundarios encontró la muerte en el pueblo de Labajos, cuando, como Ramiro, Ruiz de Alda, José Antonio o su hermano Fernando, se encontraba en la flor de la vida, quedándole muchos servicios que rendir a España y que se vieron truncados por una temprana muerte que el destino les deparaba.

Finalizada la guerra, concretamente en los días 12 y 13 de junio de 1941, se le rinde el merecido homenaje de un pueblo y un estado que ya siempre le llevaría en el corazón, al menos hasta que dejó de tenerlo.

En la noche del día 12, a la una de la madrugada, sus restos son trasladados desde el cementerio hasta el Ayuntamiento de Valladolid donde se instala la capilla Ardiente. A media mañana, tras concentrarse miles de camaradas, de camisas viejas de toda España, comienzan los desfiles por la ciudad a cargo de las Centurias de Madrid y las Milicias Universitarias, con banderas y uniformes. El paso de la comitiva fúnebre fue saludado por miles de personas hasta el Consistorio, donde cinco años antes fuera velado por sus camaradas.  En este día, cuando se cumplía el décimo aniversario de la aparición de Libertad, la vela fue realizada por turnos por todas las delegaciones y secciones de la Falange de Valladolid. La primera celebración eucarística es oficiada por el colaborador religioso del semanario para el personal de la Redacción y Talleres. La misa de las ocho de la mañana en todas las iglesias de Valladolid se aplica en sufragio por su alma. El féretro sería después trasladado hasta la iglesia de San Benito, que fuera antiguo Alcázar Real, para la celebración de los funerales antes de su inhumación en el monumento funerario que la Falange de Valladolid erigió para su primer jefe.

Cuatro horas duró el traslado desde el cementerio al Ayuntamiento, con tres paradas, ante la cárcel donde estuvo preso, ante la Iglesia de las Madres Descalzas y frente a su casa, lugares en los que se ofició un responso.

A las 9 de la mañana llegaron las Autoridades y Jerarquías, entre las que destacaban los Generales Moscardó, Solchaga y Valverde; en representación del Caudillo acudió el Ministro Secretario del Movimiento, José Luis Arrese y los ministros Miguel Primo de Rivera, Girón de Velasco y Carceller. También los subsecretarios Carrero Blanco y Rodríguez Gimeno, los Directores Generales Ercilla, Arjona, Ridruejo y Sancho Dávila; el Primo de Rivera y otros más.

En San Benito, tras sonar el Himno Nacional, se hacen cargo de las andas Miguel Primo de Rivera, Girón, Carceller, Sancho Dávila, Agustín Aznar y otros, para depositarlas en el lugar preparado en la nave central, a cuyo lado derecho se sitúan los hijos de Onésimo, el pequeño con uniforme de Flecha, su padre, su hermano Andrés, sus hermanas y otros familiares.

Terminada la ceremonia miembros de Vieja Guardia toman el féretro y en comitiva abierta por la centuria de honor y las del S.E.U. y Trabajo, seguidas por las de Vieja Guardia de Valladolid y Madrid, cruz alzada, Clero parroquial, el féretro escoltado, representante del Caudillo, ministros, Junta Política y demás representaciones del Estado y el Partido, se trasladan al cementerio parando nuevamente ante la prisión y la casa del Jefe para rezar de nuevo un responso. El cuarto relevo lo realizan el director y redactores de Libertad junto a antiguos colaboradores como Ercilla, Ridruejo o Juan Aparicio.

Sobre las dos y media llegan al cementerio y se verifica la inhumación, se procede a la ofrenda de coronas, entre otras las de la Secretaría General, Junta Política y Consejo Nacional, que son de bronce y los ramos que depositaron sus hijos, Mercedes, Pilar y Onésimo. A continuación, el Ministro de Trabajo, Girón, exaltó su figura en un vibrante discurso. Terminó el acto con el canto del “Cara al sol” y los gritos de ritual por parte del camarada Arrese.

A las seis de la tarde, más de 25.000 personas se concentran en el Campo Grande para rendir el último homenaje a Onésimo y oír las palabras de narciso García Sánchez, director de Libertad, José Rivero, jefe provincial y gobernador civil, que leyó el Decreto del Generalísimo por el que se concedía la laureada a la capital castellana así como distintas demandas entre las que cabe destacar el cambio de denominación de Quintanilla de Abajo, cuna de Onésimo por el actual Quintanilla de Onésimo, el levantamiento de un monumento a su memoria en Labajos o la aprobación del proyecto to de renovación forestal del Valle de Esgueva que tanto ilusionaba al Caudillo de Castilla; Miguel Primo de Rivera, Ministro de Agricultura y por último, José Luis Arrese, como Ministro Secretario General.

Para terminar, desfilaron nuevamente la columna de honor de Madrid, las milicias universitarias, el Frente de Juventudes, las Centurias del Trabajo, Centurias expedicionarias, Ex combatientes y falangistas de toda España, todas ellas mandadas por el Jefe regional de Milicias, Teniente Coronel Gómez Seco.

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