A los más jóvenes habría que recordarles que el nocivo Partido Popular de hoy tiene su origen en aquella Alianza Popular que fundara Manuel Fraga junto a otros ministros de distintos gobiernos de Franco. Muchos de ellos consideraron que podrían seguir prestando servicios a España en la nueva etapa democrática que se alumbraba en la llamada transición y de la que los decentes salieron por pies como gatos escaldados cuando comprobaron la deriva de aquel proyecto que nada tenía que ver con la grandeza, el desarrollo y el futuro sano, independiente y de grandeza de una nación y un pueblo que iba a verse engañado, trilado y entregado sin sopesar las consecuencias. Gonzalo Fernández de la Mora fue uno de aquellos hombres, y estas algunas de las reflexiones sobre aquella etapa.
Al rey Juan Carlos no le hizo mucha gracia el nacimiento de Alianza Popular y así se lo hizo saber a Fernández de la Mora con menosprecio a los fundadores, Fraga incluido, salvo Licinio de la Fuente. No tuvo empacho el futuro campechano en hacerle la observación de que lo mejor es que hubieran apoyado a Suárez aunque fuera en segunda línea y pudo comprobar cómo los que así se condujeron no fueron perseguidos pero "abjurar fue lo políticamente rentable. Un precio leonino para el decoro personal".
"El 9 de octubre de 1976 la junta de fundadores de Alianza Popular hizo público un manifiesto que constaba de catorce puntos, uno de los cuales decía a propuesta mía: Rechazamos toda ruptura y exigimos respeto para la obra de un pueblo durante casi medio siglo"
El 21 de octubre se presentó el partido en Madrid y Fraga dijo: "La palabra franquista no nos deshonra y consideramos la autoridad como una riqueza que tienen los pueblos"
Por aquella época el ABC, siempre admirador del Caudillo al que debía su propia existencia, todavía hacía panegíricos del Generalísimo, aunque en un futuro muy cercano y tras "un giro innoble y oportunista se convertiría en uno de los más rencorosos detractores de la persona y la obra de Franco".
Llegadas las primeras elecciones donde Fernández de la Mora se presenta por Pontevedra sería "El gobernador de la provincia quien, como Secretario General, disolvería poco después el Movimiento que dirigía. Eran los comienzos de un carnaval político del que aún no hemos salido, y que tuvo una vívida metáfora en la peluca que se calzó el genocida de Paracuellos paa reaparecer en las calles que, ensangrentadas, hubo de abandonar, derrotado, en 1939, para ser invitado habitual de Stalin y Ceaucescu".
"No me fue difícil adivinar la corrupción que traería la partitocracia, aunque me quedé muy corto en las previsiones.
En aquel crítico año de 1978 un ministro de Hacienda, que luego se reveló com un submarino socialista infiltrado en el partido supuestamente centrista, decidió practicar el rencor fiscal y resolvió someter a exhaustiva investigación a los altos cargos de la era de Franco....
...Ni uno solo de las decenas de altos cargos investigados se le pudo acusar de culpa. Más que de terror fiscal, se trató de rencor fiscal, pues ya no cabía amenazar sobre el pasado, sino ejercer una retrospectiva venganza, claro exponente del revanchismo político que se practicaría sistemáticamente por los supuestos usufructuarios de la II Restauración contra los gobernantes que la habían propiciado y que, con honestidad ejemplar, habían llevado a España hasta el momento más próspero de su pasado, en 1975".
Con la victoria mayoritaria de la UCD "fui adscrito a las Comisiones de Constitución y Hacienda. En esta última me opuse a la leva de impuestos que decidió Fuentes Quintana y que inició la más acelerada escalada fiscal de la historia de España y de la Europa contemporánea. Y presenté numerosas enmiendas a la Constitución. Defendí la que rechazaba la contradictoria redacción del artículo segundo sobre la unidad nacional de plurales nacionalidades, el acertijo jurídico más famoso de nuestro derecho público, dramático por las tendencias que alentaba. Comprendí que no tenía sentido alguno tratar de argumentar ante una mayoría ucedista que, en almuerzos y cenas con los socialistas y nacionalistas, pactaba cada artículo al margen del Parlamento, y hacía oídos de mercader al debate. El presidente de la Comisión, el democristiano Attard, se ruborizaba, a veces, del papelón que tenía que representar en aquella farsa; pero la disciplina de partido se le imponía inexorablemente.......Lo más sustancioso del debate en la comisión constitucional fue el alegato que, en nombre del partido socialista, leyó el señor Gómez Llorente en favor de la República. Luego este diputado desapareció de la nomenclatura del PSOE y, quizás huyendo del despotismo interno y de la corrupción, se retiró a la modesta docencia. De esos socialistas quedaron tan pocos, que no tengo noticia de ningún otro.
El delicado título VIII sobre las autonomías -la confusa aportación de las constituyentes al Derecho público- también fue previamente pactado por el Gobierno con los nacionalistas, y la discusión parlamentaria resultó inútil. Desde el punto de vista técnico era, en parte, un título lleno de contradicciones internas y, en parte, un galimatías de plurales y discrecionales vías de acceso al autogobierno".
"Más de un millar de cobardes crímenes y el creciente resquebrajamiento de la unidad de España me han dado la razón y han desautorizado dramáticamente a los padres de la Constitución vigente; pero ¿quién se acuerda? Un pueblo sin memoria está condenado a no aprender de la experiencia histórica. Al español, improvisador y olvidadizo, los dirigentes de la II Restauración se han esforzado en desmemoriarlo y aún en falsificar el próximo pasado. Con la tragicomedia de la comisión constitucional se inició el carnaval político.
A propuesta mía, el grupo de Alianza Popular se retiró de la comisión el 23 de mayo, día en que la ficción parlamentaria batió una marca. Los clandestinos compromisos de la víspera entre centristas y socialistas llevaban a aprobar decenas de artículos muy importantes en pocos minutos.....para evitar cualquier sorpresa, el 17 de julio dirigí a Fraga (que había presionado para volver a la comisión) una carta anunciándole que me proponía votar negativamente el proyecto de Constitución, porque incluía artículos para mí inaceptables sobre la unidad nacional, la familia, la educación y el modelo económico. Y así lo hice seis meses después en el pleno de las Cortes".
"Los que no teníamos la política como monopolístico destino de nuestras vidas preferimos quedarnos al margen con nuestras lealtades. De los siete fundadores, sólo Fraga se plegó para, atravesando el desierto hasta el desplome ucedista, seguir en la cosa pública, aunque finalmente se retirara a su tierra natal. La convivencia en la junta directiva de Alianza Popular se fue haciendo cada día más difícil a causa del personalismo de alguno de sus miembros. Cuando Fraga anunció que presentaría al genocida de Paracuellos en el conservador Club Siglo XXI, decidí plantear la cuestión en la junta, porque no me parecía una anécdota personal, sino que semejante acción del secretario general afectaba a la imagen de la coalición. El protagonista nos anunció que, cualquiera que fuese el resultado de la votación, su decisión estaba ya tomada. No obstante, a petición mía, los ocho presentes empezaron a emitir sus opiniones, y cuando el tesorero, señor Piera, iba a pronunciarse, como otros, en contra de la presentación del líder comunista, Fraga dijo con rotunda voz: -A usted lo he designado yo y votará lo que yo diga...Decenas de socios del club se dieron de baja por aquel acto que fue el principio de un proceso de descomposición. Se podía defender a Carrillo; pero no citar a Franco".
"En una intervención en el Pleno de las Cortes por alusiones, osé decir:-Venimos del pleno empleo-. Y fui abucheado por el centro y la izquierda iracundos. De la era de Franco no se podía dar ni los datos estadísticos, inquisitorial e inocuo dictado que perdura, aunque la oficina comunitaria Eurestat publique ya alguna serie histórica que pone de manifiesto de qué alturas veníamos y en qué hondanadas estamos cayendo. Al cabo de veinte años, y transcritas desde Bruselas, algunos periódicos se atreven a dar, sin comentario, las cifras tácitamente acusatorias del gran coste nacional de los errores del cambio político.
¿Por qué fracasó el intento originario de Alianza Popular? Creo que los pueblos no han gobernado nunca y no gobernarán jamás. Sólo hay una forma institucional, la oligarquía renovada por cooptación. Lo que en la edad contemporánea se denomina democracia es aquel sistema en que dos o más oligarquías aspirantes recurren periódicamente -cada tres o más años- a una votación censitaria o relativamente universal, para que, entre manipulaciones publicitarias, se resuelve quién va a detentar el poder. Cuando los partidos monopolizan los cauces de representación, tienden a la fusión de los poderes ejecutivo y legislativo, y se financian por vía estatal, la democracia reviste la subespecie que suele denominarse partitocracia, y que es la establecida en España por la Constitución de 1978 y legslación complementaria.
En los regímenes partitocráticos las posibilidades del elector quedan reducidas a un mínimo: relevar a una de las oligarquías contendientes que, sin embargo, puede continuar usufructuando los privilegios de la oposición y disponiendo de dinero público. nada más. Sería, pues, retórico afirmar que el pueblo español quiso reemplazar el Estado de las Leyes Fundamentales por el de la Constitución de 1978. Esa decisión la tomó la pequeña minoría que fue elevada al poder en sustitución de Arias y de Rodríguez Valcárcel, al frente del Gobierno y de las Cortes y del Consejo del Reino. El aturdido censo electoral se dejó llevar por los medios de comunciación".
Sólo tras la llegada de una nueva generación de jóvenes al frente de los órganos del partido haría que, a cambio de renegar públicamente del pasado próximo de España, fueran reconocidos como alternativa por los fabricantes de opinión. Y así, como la izquierda, incluida la más criminal, nunca abjuró de su pasado criminal, "la herida, generosamente cicatrizada en los años sesenta, no ha dejado de ser excitada artificiosa, cruel y cínicamente. Una fabricación orwelliana del pasado ha sido la obsesión permanente de la historiografía marxistizante con la compañía de algún acólito extrañamente resentido. Los seriales televisivos y las biografías, como la impresentable del ex marxista Preston, subvencionados por el gobierno socialista, presentan una versión de los acontecimientos que resulta irreconocible para quienes lo vivimos. Burdo, y a la vez, patético. El antihistorismo se retrotrajo hasta el siglo XV con ocasión del V Centenario del descubrimiento y colonización de América por los españoles. Los portavoces oficiales se sumaron asombrosamente a los rancios tópicos de la leyenda negra, hace mucho tiempo desmentidos por la investigación rigurosa. Mezcla explosiva de masoquismo y de rencor".
"Franco ya no existe; pero un sector importante de la llamada izquierda, al propugnar la ruptura, niega, además de Franco, la legitimidad y la legalidad de nuestro Estado. Sus instituciones no sólo existen, no sólo son las más eficaces que hemos tenido, por lo menos en la edad contemporánea, sino que son las que sustancialmente apoyamos los que no hemos desertado de nuestras lealtades. Hay mucho del pasado que existe y que debe seguir existiendo porque forma parte del mejor patrimonio de España".
"El marxismo nos aplicó su más vetusto truco dialéctico, el de llamar fascista a todo lo que se le opone. Es un improperio grotesco, porque nuestro humanitarismo es lo contrario del totalitarismo; y es inútil, porque no por eso bajaremos la guardia frente al máximo agresor de la civilización occidental. Desde otra orilla, los que se ruborizan de su pasado político, los que vergonzantemente se definen según la moda de cada momento, nos acusan de inmovilizarnos en el ayer, reproche también absurdo, pues venimos de un pasado que ha sido el más renovador de nuestra historia contemporánea, y porque nuestro talante es mucho más avanzado que esa nueva versión del liberalismo oligárquico de levita, que increíblemente pretende estar a nuestra izquierda".
"Y a los jóvenes les proponemos la crítica razonable frente al lavado de cerebro a que los somete el marxismo; la realización personal frente al consumismo; y los valores de la inteligencia, la jerarquía y del decoro frente al resentimiento, la demagogia y el encanallamiento".
Y aquellos que pretendieron una derecha continuadora y a la vez mejoradora de la herencia recibida se encontraron con que el instrumento que alumbraron se entregó con armas y bagajes a la ruptura que ha llevado España al fracaso total y llegaron los Aznares, Rajoys, Sorayas, Celias, Camps, Bárcenas, Ritas y demás valedores de una política afeminada y anti española y sólo les quedó una salida honrosa por la puerta de atrás.