De cara al verano solía ser menester desde distintas instancias el recomendar alguna lectura para esos momentos en los que la canícula aconsejaba cobijarse en interiores o solazarse bajo la sombrilla.
Voy a permitirme hacer una recomendación en ese sentido. En este lupanar que tenemos por país, donde lo que realmente vende son el Marca y el Pronto no estaría de más que los integrantes de "la ciudadanía" se ahorraran el importe de unos pocos cubatas y lo emplearan en adquirir un ejemplar de DESDE SANTURCE A BIZANCIO de mi paisano Jesús Laínz.
Voy a permitirme hacer una recomendación en ese sentido. En este lupanar que tenemos por país, donde lo que realmente vende son el Marca y el Pronto no estaría de más que los integrantes de "la ciudadanía" se ahorraran el importe de unos pocos cubatas y lo emplearan en adquirir un ejemplar de DESDE SANTURCE A BIZANCIO de mi paisano Jesús Laínz.
El autor, que ya ha tratado la infantil enfermedad de los nacionalismos periféricos en otras obras que debieran ser de obligada lectura entre los cinco y los noventa y cinco años, muestra en este ensayo el poder nacionalizador de las palabras como reza en el subtítulo.
Estructurado en dos partes, dedica la primera a lo que han supuesto los nacionalismos europeos y sus consecuencias lingüísticas, ortográficas y toponímicas y la segunda se centra en el aberrante caso de los nacionalismos periféricos y no tan periféricos españoles.
Jesús demuestra y prueba como el idioma es una, y puede que la más importante, herramienta del nacionalismo disgregador en esa obra de ingeniaría social que consiste en llenar el cerebro previamente vaciado de la gente con una sarta de mentiras y verdades a medias que atentan contra la razón y la historia con el fin de justificar una concepción nacional tan falsa como las artimañas usadas con tal fin.
En ocasiones la manipulación en nombres, lugares y palabras es tan burda y grotesca que sólo puede causar vergüenza y solamente la incultura, complacencia y conformismo de aquellos que padecen en primera persona esta lacra puede hacerla llevadera.
Idiomas que ya no son vehículo de comunicación y riqueza cultural sino semilla de odio entre españoles, fruto de ensoñaciones de tarados como Sabino Arana o Pompeyo Fabra, que podían llegar a la ridiculez de proponer vocablos franceses o italianos para sustituir a aquellos que se parecían a su equivalente castellano, bien por provenir de él o por su descendencia común latina.
En definitiva, catalanes y vascos, pero también gallegos, asturianos, cántabros y hasta murcianos podrán ver a qué grado de bellaquería han podido llegar aquellos que han hecho de la antiespañolidad su misión en la vida. Eso sí, con fuentes y pruebas para que el más reacio a conocer la verdad pueda buscarla por sí mismo. Lamentablemente aquellos que se encuentran a gusto nadando en la ignorancia y entre la manada no lo leerán. Como seguro será que la Jauralitza o la Generalidad no lo van a incluir entre sus recomendaciones, lo que dice mucho de la obra.
Dedicado a todos los que se tunearon el nombre para pasar desapercibidos entre los lobos y a tanto Gotzone, Edurne, irune, Gaizka y demás memeces inventadas por Arana y que tienen de vasco tradicional lo mismo que de masai.
También dedicado a la lumbrera que perpetró el atentado de cambiar la letra del HIMNO A LA MONTAÑA del maestro José Guerrero Urreisti donde decía: "...hijos de la Montaña noble de Santander..." por "Hijos de mi Cantabria nobles de mi querer" para que pudiera "vestir" bien como himno de la comunidad autónoma. No pudo ser más bellaco y hortera.
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