Si las grandes obras sobre la guerra civil están ya escritas y poco parece que pueda aportarse en ese aspecto, la producción de obras puntuales, personales o sectoriales siguen produciéndose a buen ritmo y sirven para acercar aspectos íntimos y cercanos de lo que fue la contienda. Pese a todo, hay que separar la paja del grano, el relato interesado y alejado de la realidad o directamente propagandístico.
Hace un mes, visitando una conocida librería de Santander compré dos de estas obras, con características diferentes pero ambas recomendables.
La primera es la titulada Diario de guerra. Un paréntesis de tres años (1936-1939). Su autor es Luis García Guinea, palentino de Saldaña que ejercería como notario en localidades como Cervera de Pisuerga, Yeste, Cieza, Elche y Santander, donde falleció en 1979 a los 64 años.
A García Guinea le sorprendió el comienzo de la guerra veraneando en Naveda donde su familia tenía casa, pasándose a Palencia meses después por temor a represalias. Enrolado voluntario en los Requetés es enviado a la posición de Monte Bernorio donde tiene su bautismo de fuego, ocupando posiciones con nombres tan elocuentes como "la avanzadilla" o "el parapeto de la muerte". También estuvo en otras posiciones como la Cota 990 o El Moral y en otros frentes, como Avila, Segovia, Extremadura o Asturias ya como Alférez Provisional. Relato humano, en forma de diario que combina la guerra y el amor, los escarceos militares y los amorosos en un conflicto de extremada violencia, de fácil lectura y estilo vital.
Fue editado en 2005 por Cultura y Comunicación-
La segunda lleva por título El Frente del Norte. Memoria de un combatiente de la Guerra Civil. el libro está editado por el Instituto de Enseñanza Secundaria "Valle del Saja" de Cabezón de la Sal y está presentado Por Emilio Carrera, antiguo diputado comunista y miembro del grupo tránsfuga Idcan, en calidad de jefe del Departamento de Geografía e Historia del referido instituto. Está dividido en tres partes, una primera a cargo de Manuel García Alonso que trata sobre las evidencias arqueológicas de fortificación del Frente de Santander, modesto aunque no demasiado profundo, recomendando desde aquí, para los aficionados a este tema, la obra titulada La Guerra Civil. Geografía y Arqueología del Frente Norte de Miguel Angel Fraile López.
La segunda parte corresponde a las memorias de Feliciano López Gutiérrez, vecino de la localidad de Quintanamanil, Campoo de Yuso, movilizado por el Ejército Rojo con 18 años. Si bien aquí el relato es más confuso, con indefinición de muchos detalles y lagunas en hechos y datos, esto hace humano el relato aunque le resta valor histórico. Tras participar en labores de fortificación pasa a pertenecer a las fuerzas de combate enrolado en la 3ª Compañía de la Brigada 109. Tras distintas peripecias en distintos lugares del frente, Bricia, Vizcaya, Asturias, tras distintas idas y venidas y sobre todo huídas bajo el fuego de la aviación llega al pueblo de Revilla de Camargo, desde cuya popular ermita vio llegar al principal cruce del pueblo a las vanguardias de la División Littorio, a las que se entrega junto a otros compañeros.
Tras su paso por el campo de prisioneros situado en el estadio de fútbol llega al de Corbán, del que sale, tras comprobarse su actitud y filiación durante el período de terror rojo, para ser enviado a Deusto, donde tras nueva comprobación es enrolado en el Ejército Nacional y enviado al Cuartel de Intendencia de Burgos, de donde salió hacia Guadalajara, encargándose de la Intendencia en zonas liberadas, con prisioneros de guerra a su cargo.
Finaliza con una reseña biográfica donde conocemos la vida posterior del autor, que con esfuerzo personal llegó a desempeñar distintos puestos en Cristalería Española de Renedo de Piélagos así como en la fábrica de Avilés, llevando el trabajo técnico y administrativo y parte de las relaciones de FASA RENAULT, jubilándose a mediados del año 1981. En definitiva, un hombre hecho a sí mismo en una España donde el mérito y el afán de superación llevaban al éxito.
Es de destacar el relato de la evasión, pérdida en la niebla y captura de uno de sus compañeros y su posterior ejecución al grito de ¡Viva Cristo Rey!. También llama la atención el error, con buena o mala fe, según el caso, del asunto del bombardeo del Barrio Obrero del Rey y la posterior represalia roja. La izquierda siempre pretendió y pretende justificar los asesinatos del buque prisión Alfonso Pérez poniéndolo en el mismo plano que el referido bombardeo. El domingo 27 de diciembre tenía lugar el primer bombardeo de Santander por la Aviación Nacional. 9 Junkers 52 acompañados de otros 9 heinkel 51 de escolta atacaron en dos series de bombas, una dirigida contra la estación del ferrocarril de la Costa, donde se creía estaban batallones asturianos que regresaban de la fracasada ofensiva de Vitoria por parte del Ejército Rojo y que habían partido unas horas antes, y otra dirigida contra el Cuartel de María Cristina de la calle Alta. Ni la aviación roja ni la antiaérea hicieron nada, a pesar de las rimbombantes noticias gubernamentales del día siguiente. Desgraciadamente la escasa precisión de los visores de bombardeo de la época hizo que alguna de las bombas destinadas al cuartel cayeran sobre el citado barrio, cercano a éste, produciendo una cuarentena de muertos y un alto número de heridos, de los que al menos cinco murieron más tarde. De lo que fue un trágico error en acción de guerra se pasó a una sangría promovida y amparada por las autoridades gubernativas donde dejaron su vida asesinadas salvajamente ciento sesenta prisioneros amén de otras personas ejecutadas en el cementerio y en el Faro de Cabo Mayor, en el mayor crimen conocido en esta tierra. Pero esto es ya otra historia.
En definitiva, dos lecturas muy recomendables para conocer la pequeña historia, la que no se ve en las obras monumentales sobre la guerra.
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