Marcelino Oreja Aguirre es uno de esos "profesionales" de la política que lo mismo cosen un huevo que fríen un pantalón. De dilatada carrera "profesional", el descendiente de tradicionalistas, alguno asesinado en la Cruzada, que ostentaron cargos en el Régimen, se encargó de edulcorar el pedigrí con su pertenencia a un grupo de mamarrachos relacionados con ese pastiche infumable que se denomina "Democracia Cristiana", caracteriazados por su furibunda lucha antifranquista. Ya colocado en la línea de salida, formó parte del gobierno Arias y del primer Gobierno del traidor Suárez. A continuación pasó por todos los estadíos del hoy partido Popular, con el que llegó a ser Comisario Europeo. Sus servicios fueron "premiados" con el título de marqués.
A Marcelino le puso un día en su sitio el genial Rafael García Serrano, al que nos acercaremos nuevamente, allá por octubre del 74. Al autor de Eugenio o la proclamación de la primavera, La fiel infantería o diccionario para un macuto, entre otros, le cayó un buen chorreo de parte del Ministro Secretario General del Movimiento, Solís Ruiz, en presencia del director del diario El Alcázar, Antonio Gibello que no se libró de su parte, entre otras cosas por las protestas submarinas de Don Marcelino, a la sazón Consejero Nacional en aquel momento, a quien García Serrano había mandado literalmente a la mierda el día anterior en público. Solís negó dichas razones para la bronca, pero D. Rafael pudo constatarlas más tarde. La calidad humana de ambos abroncados, junto a la humanidad de Pepe Solís hizo que el episodio quedara al final en fiesta amistosa. Posteriormente, Serrano recibe la visita de un amigo en calidad de embajador de Castiella para interceder por su discípulo, colaborador y recomendadísimo paisano, Oreja para que rectificara en benficio de su delfín. Serrano no rectificó sus opiniones, pero pudo conocer la queja "Orejiana" en el sentido de "...es que ya tengo detrás a los de la ETA, y si García Serrano me echa encima, además, a los pistoleros falangistas..."
La respuesta de D. Rafael al "pleniponteciario" para calmar al camaleónico politiquillo merece la textualidad:
"No existen ni han existido nunca los pistoleros falangistas. La Falange sólo ha tenido escuadristas, soldados. Si tuviéramos pistoleros no estaríamos donde estamos, y en cualquier caso te garantizo que esos hipotéticos personajes jamás tratarían de cobrar piezas de caza menor".
Siendo políticamente incorrectos pero apelando a la sabiduría popular, como comparar a Dios con un gitano.
Una reveladora anécdota del talante personal del maestro García Serrano. Con vuestro permiso, paso a publicarla en Facebook. Por cierto, ¿para cuándo unos botoncitos de compartir?
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