3 de marzo de 1975, lunes
Hay días en que lo de inasequible al desaliento se pone carísimo, digo.
Lo que ocurre es que la Falange es como el amor. Nunca acaba, jamás se destruye, siempre deja rescoldo para encender el viejo fuego, de modo que si sopla el viento se puede producir el gran incendio.
14 de abril de 1975, lunes
Se trata del aniversario número tantos -restar de setenta y cinco, treinta y uno, me produce perez en este caso- de la Segunda República española. La Segunda República española, para qué vamos a engañarnos, fue una buena mierda, y lo digo con pena, porque siempre he sido republicano, y lo mismo ocurrió, siquiera más brevemente, con la Primera República española. Cuando un diestro no acierta ni con el toro ni con la faena, le queda siempre el recurso de aliñar con elegancia. Entonces los crosnistas reseñan: "Aplausos a la brevedad". La Primera República española puede que los mereciera; la segunda, no.
El 14 de abril de 1931 se habló mucho de la madurez política del pueblo español y algo más de su temperamento. En cuanto ahora oigo hablar, con tanta frecuencia, de nuestra madurez política, se me abren las carnes y lom que hago es revisar mi parque y engrasar mis armas. El tema de la madurez es de un gafe histórico demostrable. No sé porqué diablos se empeñan en considerar al pueblo español como a un niño recien nacido que está comenzando a saber andar, o como a un adolescente que está comenzando a saber controlarse. Colectivamente somos maduros desde Indivil y Mandonio, y sujetos a error, cólera y medio, que son las grandes trampas para un pueblo. Ahora vivimos bajo la musa del miedo. Ojo, peligro.
Los alegres estudiantes españoles izaron banderas republicanas en sus Facultades para conmemorar el equis aniversario de la S. R. E. Las famosas enseñas del permanganato flotaron en el aire primaveral junto a los trapos rojos. Las únicas republicanas que vi durante la guerra las llevaba los soldados nacionales de los primeros días. En el lado enemigo solamente se podían ver banderas rojas y rojas y negras. Supongo que cuando me tocó ser archivado en el hospital debió aparecer alguna bandera republicana en la línea roja para que la fotografiasen los estúpidos periodistas de la democracia, a fin de provocar el orgasmo del señor Roosevelt, abundantemente estúpido no sólo en su concepción de España, sino en su concepción del universo.
Acaso sería bueno aplicar a nuestro problema universitario el elegante y democrático sistema portugués, que en cuanto atisba una posible huelga estudiantil pone en marcha todo cuanto se deriva de este enunciado: "Portugal no puede alimentar parásitos". O sea: tratamiento portugués, parásito que toca, muerto es.
Aquí a los parásitos, por otra parte, los alimentan papá, mamá y el tío cura, lo cual pone la cuestión más empinada.
7 de mayo de 1975, miércoles
Fernando Llorente Ruiz, montañés, cincuenta y dos años de edad, casado, tres hijos.
Este es el nombre del español asesinado de cada día. ¿Hará falta decir que cayó asesinado por la espalda en las calles de Bilbao y que era Inspector de Policía?¿Hará falta decir que los maniáticos de la firma, los sartrianos de la protesta intelectual, no han meneado sus plumas ni ahora ni en los treinta casos anteriores localizados, más o menos, entre Santurce y Bilbao, entre el Nervión y el Bidasoa? ¿Hará falta decir que este nuevo crimen racista -todos los asesinados nacieron fuera de Vizcaya y Guipúzcoa- no ha motivado ni cartas pastorales ni homilías? ¿Será preciso señalar que todo un fastuoso sarao de protestas respetuosas, pero enérgicas,testimonian la impotencia de una sociedad acobardada, indigna, merecedora del fin que le aguarda?
Parece como si el estado de excepción hubiese animado la líbido etarra, mientras los pobres españoles tocamos a diez declaraciones políticas diarias per cápita, a tres conferencias en diversos clubs y a un Gaby Cisneros para cada uno. Una voz solemne ha dicho: "Cada una de estas muertes mata un poco la libertad".
Lenin y yo decimos:libertad, ¿para qué?
A la libertad, tal y como habitualmente se viene entendiendo en España desde Gerión hasta este mismo momento, le pueden ir dando mucho por el rasca, a mi humilde parecer, y con perdón de los presentes.
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