Conocido es que Agapito García Atadell fue uno de los personajes más tenebrosos de la guerra civil y del Frente Popular. Destacado militante socialista encabezó la brigada más tristemente famosa de cuantas sembraron el terror en el Madrid rojo, la conocida como la brigada del amanecer por actuar principalmente de madrugada. Crímenes de todo tipo, asaltos, robos y asesinatos convirtieron al referido personaje en la pesadilla de los madrileños.
García Atadell era tipógrafo, originario de un pueblo de la provincia de Lugo, sabía que su profesión no colmaría su desatada ambición. Su labor agitadora en Madrid fue premiada con un puesto en la Secretaría de la Directiva Nacional en el Partido Socialista, por el que cobraba 850 pesetas al mes. A su vez, casó con una mujer rica de su pueblo de origen.
Originariamente se encarga de crear las milicias gallegas al comienzo de la Cruzada, donde traba relación con pedro Penabad, también paisano suyo. Posteriormente, y valiéndose de su amistad con Prieto, obtiene influencias y recomendaciones para comenzar tareas policíacas. Así comenzaría su andadura la tristemente célebre Brigada del amanecer bajo el mando de García Atadell y su lugarteniente Penabad.
Como pasado el tiempo hubo acumulado una gran fortuna fruto de sus robos crecieron los celos y malquerencias a su alrededor, por lo que decidió que salir del país sería lo mejor para él y, aprovechando un viaje a Santa Pola, escapó en un barco argentino hasta Marsella donde tras vender alguna de las joyas por valor de unos 80.000 francos preparó su viaje a América, el de su lugarteniente y sus esposas. Antes de salir, y habiendo pasado ya de héroe a villano para la República, sobornó a un periodista para que dieran noticias de su muerte a tiros en una calle de París y así borrar cualquier pista que pudiera conducir a él en el futuro.
Zarpa de Saint Nazaire en el buque Mexique con rumbo a La Habana; en el buque coincide con un sujeto de nombre Ernesto Ricort Vivó, natural de Barcelona, que subió al barco en una escala hecha en La Coruña, donde había recibido el encargo de vigilar los movimientos de dos sujetos al servicio del gobierno rojo y comunicar los resultados de su vigilancia a las autoridades de Las Palmas donde tenían que hacer otra escala. Ricort Vivó trabó amistad con Atadell y sus acompañantes, y llegados a la isla canaria y tras varias confusiones y malentendidos son todos ellos detenidos y llevados ante Consejo de Guerra que comenzó en Sevilla el 1 de julio de 1937, en la sala segunda de la Audiencia del Consejo de Guerra ordinario de la plaza.
Sobradamente probados los hechos por los que es juzgado, admitidos por el propio acusado y de los que se daba cumplida noticia en la prensa roja, no pueden ser cuantificados en su totalidad pero son suficientes para, a pesar de los escritos presentados por la defensa de parte de la Duquesa de Lerma así como de Doña María Rosa Urraca Pastor en descargo del acusado Ricort, condenar a García Atadell y a Penabad a la pena de muerte por delito de rebelión militar con el agravante de la enorme trascendencia de sus delitos, extraordinaria perversidad y gravísimo daño recibido por las personas y cosas fruto de sus actuaciones delictivas. A su vez se condenó a Ricord Vivó a la pena de 20 años de reclusión menor por delito de auxilio a la rebelión militar con los mismos agravantes que los anteriores. También se constata que en caso de indulto a los dos primeros se sustituiría por treinta años de reclusión mayor e inhabilitación durante ese tiempo. Se declara también la responsabilidad civil de los acusados en una cuantía que se fijaría en el momento en que pudiera ser determinada.
Es entonces cuando García Atadell renuncia a sus creencias políticas y abraza la fe católica. Hace una retractación pública de sus ataques a la Iglesia y sus ministros y escribe una carta a su antiguo amigo Indalecio Prieto donde le insta a rectificar su postura ante Dios, haciendo preces por su conversión.
Tras confesar y acompañado por los hermanos de la Paz y la Caridad, llegada la hora, se dirige al cadalso donde, tras besar las manos del sacerdote que le acompaña y pedir perdón por sus pecados por última vez, es ajusticiado por garrote vil.
No es por los robos ni los crímenes por lo que el socialismo de hoy no le reivindicará como víctima del franquismo, es por su conversión aparentemente sincera y su rechazo del socialismo.
Esa noche, mientras ondeaba la bandera de luto en la puerta de la cárcel, Queipo de Llano comenzaba su alocución radiofónica del siguiente modo:
"Hoy se ha cumplido la sentencia a que el Consejo de guerra condenó a García Atadell y a Pedro Penabad. Cualquiera que fueran los delitos que hubieran cometido estos dos reos, hay que reconocer que han muerto con la tranquilidad de hombres muy hombres y muy cristianos. Seguramente que estas últimas palabras llamarán la atención de tantos seres extraviados por los errores de los dirigentes marxistas. Ambos expresaron su arrepentimiento por el error a que les condujo una infame política, y marcharon hacia Dios, que les acogerá en su seno. Que Dios allí los tenga después de haberles perdonado..."
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