domingo, 4 de noviembre de 2012

LEY DEL EMBUDO

Teniendo en cuenta que buena parte de los portadores de la bandera del permanganato no son republicanos ni nada que se le parezca, como no lo eran en tiempos de la II, porque republicanos, lo que se dice republicanos eran los liberales, los conservadores y puede que los falangistas, más por fallecimiento deshonroso de la monarquía que por otra cosa. Pero socialistas, comunistas y anarquistas estaban a otra cosa que nada tenía que ver con la República a la que no dudaron en "golpear".
Una de las primeras leyes aprobadas por el régimen republicano fue la llamada Ley de Defensa de la República, incluso antes que la propia Constitución y se mantuvo en vigor tiempo después de la aprobación de ésta.
No se trata de enumerar y glosar las virtudes de nuestra actual monarquía republicana o república coronada o lo que sea, pero qué pasaría si nuestra democracia partitocrática aprobara una ley como la que aprobó aquel régimen de libertades infinitas y al que tanto cretino quiere volver hoy.
Qué no se diría de la Monarquía parlamentaria si se considerase agresión a ésta la incitación a resistir o desobedecer las disposiciones legítimas de la autoridad; la incitación a la indisciplina y/o antagonismo entre institutos armados o entre éstos y los organismos civiles; difundir noticias que que puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz y el orden público; cometer actos de violencia contra personas, cosas o propiedades por motivos religiosos, políticos o sociales e incluso la incitación a cometerlos; las acciones y expresiones que menosprecien a las instituciones u organismos del Estado; la apología del régimen republicano o de las personas en que se pretenda vincular su representación, así como el uso de emblemas, distintivos o insignias alusivas, (o sea, el trapito del permanganato); la tenencia de sustancias explosivas o armas; la suspensión de industrias y labores sin suficiciente justificación; las huelgas declaradas por motivos que no se relacionen con las condiciones de trabajo; la alteración injustificada del precio de las cosas o la falta de celo o negligencia de los empleados públicos.
Pues todo esto se penaba con sanciones económicas, despidos y confinamiento o extrañamiento y facultaba al señor Ministro, imagínense a Fernández Díaz o al mismo Rubalcaba con este poder para, suspender cualquier reunión o manifestación ya fuere política, religiosa o social cuando presumiera que podría haber desórdenes; clausurar centros y asociaciones que considerase pudieran incitar a realizar alguno de los actos reflejados al principio; intervenir contabilidades e investigar su origen de las asociaciones que creyera conveniente e incautar armas y explosivos aunque fueran de tenencia legal.
Pues en octubre de 1931 entró en vigor este disparate jurídico que carecía de disposiciones finales donde anular aquellas normas relacionadas con las aquí aprobadas, entre otras cosas porque habría supuesto la suspensión de la propia Constitución.
Ya saben, por llevar algún emblema monárquico multazo o confinamiento. Qué dirían los del permanganato si se les aplicase hoy el cuento.

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