Rafael González Echegaray es uno de los montañeses más ilustres del siglo XX. Enamorado del mar, fue oficial de la Marina Mercante en plena guerra mundial. A la vez que navegaba finalizó los estudiios de Derecho, especializándose en el Marítimo. Dirigió la Compañía Transatlántica, presidió la Diputación Provincial de Santander, fue Gobernador Civil de Tenerife y Procurador en las Cortes Españolas. También fue Delegado Provincial del Ministerio de Educación y Ciencia y bajo su presidencia al frente de la Diputación Provincial gestionó los convenios que hicieron posible el Hospital Valdecilla, la Universidad de Santander, el laboratorio oceanográfico o el Museo Marítmo del Cantábrico. Dejó una importante obra escrita relacionada principalmente con el mar. También fue autor de cientos de artículos para la prensa o publicaciones de la Armada. A destacar, "Cincuenta años de vapores santanderinos" (1951), "Las tres Comillas" (1961), "Naufragios en la costa de Cantabria" (1963 y 1976), "La Marina cántabra desde el vapor" (1968), "Capitanes de Cantabria" (1970), "Por más valer" (1972), "La Marina Mercante y el tráfico marítimo en la guerra civil" (1977), "Balleneros cántabros" (1978), "El Astillero de San Martín" (1979), "Un retazo de historia santanderina" (1981), "Tres remolcadores" (1982), "Escala en Vigo" (1983) y "Crónica del Real Club Marítimo de Santander" (1984).
En 1960 se publican bajo el título "Resaca. (Por las machinas)" varios de los artículos que empezaron a aparecer en el diario del Movimiento ALERTA en 1950. Eran "crónicas de la mar y de los barcos que llevaban, al margen de las noticias de agencias, la inquietud del pulso diario de nuestra bahía y el comentario a los sucesos del mundo marítimo". Lo que comenzó como una serie de artículos acabó siendo una sección fija del periódico con carácter semanal. Recuerdos de idas y venidas, barcos que visitaban nuestra bahía, su historia, sus circustancias, el puerto de Santander y sus dragas y remolcadores; los muelles y cargaderos; inesperadas visitas; los Peñas y los Ríos; los distintos pabellones; las flotillas francesas y los percances, todo ello en un estilo impecable, envolvente, entrañable y de embriagadores perfumes salinos.
Los distintos Santander, los distintos Castillos, los Puentes, de tanto arraigo en nuestro puerto y que enrbolaron el pabellón blanquirojo de la Capitanía de Santander, y como no, los Cabos, el Quintres, antiguo Mouro, que se perdió a siete millas del Cabo Machichaco. Bajo bandera azul de la Vasco-Andaluza navegaron el Cabo Machichaco, excelente buque protagonista de la peor tragedia de la ciudad de Santander al explotar su carga de dinamita mientras estaba amarrado en el muelle de Maliaño de la capital, haciendo su cargamento de hierros y raíles de improvisada metralla. en 1893 y ocasionando 600 muertos y casi un millar de heridos. En 1947, con motivo de las obras del muelle de bloques fueron extraidos los últimos restos del barco y depositado su pantoque sobre el muelle de Albareda donde los santanderinos pudieron observar maderas perfectamente sanas y roblones de un azul intacto consecuencia de la calidad de su construcción. El primer Cabo Mayor, que se perdió en el cabo del mismo nombre que guarda la entrada al abra del Sardinero en 1886, quedando empotrado en Mataleñas sobre las rocas. A finales de los cincuenta un buzo extrajo su campana del castillo. El segundo Cabo Mayor sería torpedeado por un submarino alemán en el Golfo de Cádiz en 1942 luciendo para entonces el nombre de Navemar. El Cabo Quejo, Gemelo del Peñas, acabaría en el desguace.
"Resaca" supone la inmersión en un mundo ya extinguido pero imperecedero en el imaginario popular. Un lenguaje marinero que nos transporta a los puentes de los viejos cargueros que subían hacia la Orconera y más de cincuenta años después, un placer para los sentidos que se empapan del más genuino "montañesismo".
Rafael fue también de una obra emblemática donde se recogen todos los siniestros y naufragios ocurridos en la costa de Cantabria, un alarde de conocimientos y datos y hoy de referencia. Los modernos sistemas de navegación han hecho que afortunadamente las noticias sobre tragedias marítimas sean una rareza pero hasta no hace mucho tiempo, el tránsito por la costa cantábrica en general y la entrada a la bahía santanderina en particular fueron tareas ciertamente peligrosas.
En próxima entrada vicisitudes de los buques perdidos en nuestra costa durante el período rojo en La Montaña de la mano de Rafael González Echegaray.
El Cabo Mayor incrustado en el cabo Mayor
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