El 24 de julio de 1936 moría en acción de guerra el Caudillo
de Castilla, Onésimo Redondo. Apenas cinco días antes había salido del penal de
Ávila donde la canalla marxista le había trasladado para separarle del resto de
camaradas presos en la cárcel de Valladolid y de los que, aún en libertad,
esperaban el momento de comenzar la liberación de la Patria amenazada. Onésimo,
el paladín más esforzado de Castilla, el que supo comprender como nadie ese
carácter nacional y universal de la meseta, alejada del localismo que aqueja al
resto de tierras españolas de la periferia, murió a los 31 años, años vividos
con intensidad, con espíritu revolucionario que sólo podía encontrar acomodo en
aquella Falange de las Jons que crearon José Antonio, Ramiro y nuestro referido
adalid de Castilla. Hombre de la tierra y para la tierra, del campo para el
campo, en su corta existencia creó el Sindicato de Cultivadores de Remolacha de
Castilla la Vieja, crearía otro de trigueros, dio vida a los semanarios Libertad y posteriormente Igualdad, nombres no tomados al azar,
sino que provienen de la vacía terminología masónica y marxista y que con
Onésimo adquieren todo su valor y contenido. En 1932 tuvo que exiliarse en
Portugal para eludir la más que segura captura por parte del gobierno
republicano.
Hombre recio, castellano en una palabra, de verbo directo,
seco, sin artificio tuvo sin embargo el carisma de los grandes conductores de
pueblos. En los pocos días que vivió desde su liberación hasta su muerte puso
en movimiento a las Falange Vallisoletana para, en colaboración con el
Ejército, asegurar las cumbres del Guadarrama, donde convirtieron El Alto del
León, en el de Los Leones de Castilla. No dejó de visitar el frente a diario
para alentar y compartir la lucha con sus falangistas y en una escaramuza con
fuerzas infiltradas por caminos secundarios encontró la muerte en el pueblo de
Labajos, cuando, como Ramiro, Ruiz de Alda, José Antonio o su hermano Fernando,
se encontraba en la flor de la vida, quedándole muchos servicios que rendir a
España y que se vieron truncados por una temprana muerte que el destino les
deparaba.
Finalizada la guerra, concretamente en los días 12 y 13 de
junio de 1941, se le rinde el merecido homenaje de un pueblo y un estado que ya
siempre le llevaría en el corazón, al menos hasta que dejó de tenerlo.
En la noche del día 12, a la una de la madrugada, sus restos
son trasladados desde el cementerio hasta el Ayuntamiento de Valladolid donde
se instala la capilla Ardiente. A media mañana, tras concentrarse miles de camaradas,
de camisas viejas de toda España, comienzan los desfiles por la ciudad a cargo
de las Centurias de Madrid y las Milicias Universitarias, con banderas y
uniformes. El paso de la comitiva fúnebre fue saludado por miles de personas
hasta el Consistorio, donde cinco años antes fuera velado por sus
camaradas. En este día, cuando se
cumplía el décimo aniversario de la aparición de Libertad, la vela fue realizada por turnos por todas las
delegaciones y secciones de la Falange de Valladolid. La primera celebración
eucarística es oficiada por el colaborador religioso del semanario para el
personal de la Redacción y Talleres. La misa de las ocho de la mañana en todas
las iglesias de Valladolid se aplica en sufragio por su alma. El féretro sería
después trasladado hasta la iglesia de San Benito, que fuera antiguo Alcázar
Real, para la celebración de los funerales antes de su inhumación en el
monumento funerario que la Falange de Valladolid erigió para su primer jefe.
Cuatro horas duró el traslado desde el cementerio al
Ayuntamiento, con tres paradas, ante la cárcel donde estuvo preso, ante la
Iglesia de las Madres Descalzas y frente a su casa, lugares en los que se
ofició un responso.
A las 9 de la mañana llegaron las Autoridades y Jerarquías,
entre las que destacaban los Generales Moscardó, Solchaga y Valverde; en
representación del Caudillo acudió el Ministro Secretario del Movimiento, José
Luis Arrese y los ministros Miguel Primo de Rivera, Girón de Velasco y
Carceller. También los subsecretarios Carrero Blanco y Rodríguez Gimeno, los
Directores Generales Ercilla, Arjona, Ridruejo y Sancho Dávila; el Primo de
Rivera y otros más.
En San Benito, tras sonar el Himno Nacional, se hacen cargo
de las andas Miguel Primo de Rivera, Girón, Carceller, Sancho Dávila, Agustín
Aznar y otros, para depositarlas en el lugar preparado en la nave central, a
cuyo lado derecho se sitúan los hijos de Onésimo, el pequeño con uniforme de
Flecha, su padre, su hermano Andrés, sus hermanas y otros familiares.
Terminada la ceremonia miembros de Vieja Guardia toman el féretro
y en comitiva abierta por la centuria de honor y las del S.E.U. y Trabajo,
seguidas por las de Vieja Guardia de Valladolid y Madrid, cruz alzada, Clero
parroquial, el féretro escoltado, representante del Caudillo, ministros, Junta
Política y demás representaciones del Estado y el Partido, se trasladan al
cementerio parando nuevamente ante la prisión y la casa del Jefe para rezar de
nuevo un responso. El cuarto relevo lo realizan el director y redactores de Libertad junto a antiguos colaboradores
como Ercilla, Ridruejo o Juan Aparicio.
Sobre las dos y media llegan al cementerio y se verifica la
inhumación, se procede a la ofrenda de coronas, entre otras las de la
Secretaría General, Junta Política y Consejo Nacional, que son de bronce y los
ramos que depositaron sus hijos, Mercedes, Pilar y Onésimo. A continuación, el
Ministro de Trabajo, Girón, exaltó su figura en un vibrante discurso. Terminó
el acto con el canto del “Cara al sol” y los gritos de ritual por parte del camarada
Arrese.
A las seis de la tarde, más de 25.000 personas se concentran
en el Campo Grande para rendir el último homenaje a Onésimo y oír las palabras
de narciso García Sánchez, director de Libertad,
José Rivero, jefe provincial y gobernador civil, que leyó el Decreto del
Generalísimo por el que se concedía la laureada a la capital castellana así
como distintas demandas entre las que cabe destacar el cambio de denominación
de Quintanilla de Abajo, cuna de Onésimo por el actual Quintanilla de Onésimo, el
levantamiento de un monumento a su memoria en Labajos o la aprobación del
proyecto to de renovación forestal del Valle de Esgueva que tanto ilusionaba al
Caudillo de Castilla; Miguel Primo de Rivera, Ministro de Agricultura y por
último, José Luis Arrese, como Ministro Secretario General.
Para terminar, desfilaron nuevamente la columna de honor de
Madrid, las milicias universitarias, el Frente de Juventudes, las Centurias del
Trabajo, Centurias expedicionarias, Ex combatientes y falangistas de toda España,
todas ellas mandadas por el Jefe regional de Milicias, Teniente Coronel Gómez
Seco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario